Diversificar la propuesta


Ante todo quiero aclarar que en esta ponencia cuando me refiera a juventud, estaré hablando de jóvenes de entre 18 y 30 años de edad.

Sin lugar a dudas esta capa etárea es una de las poblaciones más difíciles de encontrar y contener dentro del marco comunitario. Lamentablemente ni la convocatoria ni la permanencia en marcos comunitarios se ha logrado por medio de los proyectos existentes hasta el momento de manera significativa. A falta de estudios científicos, la realidad de las comunidades lo demuestra, allí los jóvenes entre 18 y 30 años están ausentes. También lo persivimos cuando lo destacan con mucha preocupación la mayoría de los dirigentes de todas las instituciones comunitarias locales.

Entre los 18 y 30 años de edad se toman algunas de las decisiones más importantes de la vida. ¿Qué estudiaremos?, ¿de qué viviremos?, ¿con quién nos casaremos?. Encontrar estas respuestas no es tarea fácil en estos tiempos corrientes. Sumado a estos interrogantes viene la pregunta ¿Qué haremos con nuestro judaísmo? sumamente trascendente para la continuidad de la vida judía pero ubicada en un plano mucho menor para los jóvenes que ponderan sus interrogantes de manera diferente a lo que lo hacen los dirigentes y las instituciones.

Parece ser, que los jóvenes, al terminar su ciclo de educación formal judía (en el colegio secundario) o al concluir su participación o activísimo en los movimientos juveniles o centros comunitarios, cayeran en un abismo negro y profundo y desaparecieran de los ámbitos que los vieron crecer. En ese momento, la comunidad en lugar de ocuparse verdaderamente del tema pone una enorme alfombra sobre el abismo y esconde su preocupación bajo ella, en lugar de profundizar los análisis y generar nuevas estrategias y proyectos tantos individuales como colectivos.

Podemos tomar un eje analizador como lo es el económico, evaluando las inversiones de recursos que a nivel comunitario se realizan entre los 0 y 18 años de edad y entre los 18 y 30 años de edad. Esto nos daría la pauta de que sin lugar a dudas los jóvenes entre 18 y 30 años de edad están en un grave problema, dado que las inversiones comunitarias para desarrollar proyectos para esta edad son mínimas en el mejor de los casos, o nulas en la gran mayoría de los casos. Mucho se preocupan pero poco se invierte e recursos humanos y económicos para revertir la situación de no participación comunitaria.

Los jóvenes están en el medio, no son tan chicos pero tampoco tan grandes, comienzan a ser activos económicamente hablando, pero aún no son autosuficientes. En ese sentido, pretender que la inversión en el área tenga que provenir del autofinanciamento de las actividades por parte de los jóvenes es pedir un imposible. Habrá que arbitrar los medios para que en parte el subsidio provenga por parte de la comunidad o particulares por lo cual requerirá una inversión e incentivo económico para el área de jóvenes.

Antes de cumplir los 18 años nuestro mundo comunitario era un maravilla, una línea continua del primer al segundo grado en el Shule, el Bar o Bat Mitzvá, del tercero al cuarto año en el secundario, de casa al colegio, del colegio al club, inglés, computación y guitarra o batería, los sábados a los grupos y los domingos al club o al country, la escuela de madrijim, las actividades, etc...

Esta es la propuesta que denomino estándar u homogénea de nuestra comunidad para todos los jóvenes que se socializan en el proceso educativo comunitario tanto formal como no formal. Nos enseñaron a caminar por una línea recta y plana que es la inserción y participación comunitaria en la niñez y adolescencia, siempre con la vista al frente, de cara al nuevo paso por venir.

Llegan los 18 años, la salida del "mundo cuidado y homogéneo" al "mundo universal y universitario" en fin de la contención de las instituciones, el encuentro con el otro y otros, ahí el abismo. Los jóvenes descubren a la fuerza que más allá de la línea existe la curva, el espiral y el círculo. Es el fin del mundo ordenado y homogéneo, comienza el "mundo de lo heterogéneo", donde nos encontramos con diferentes jóvenes, ideas, intereses, gustos, costumbres, experiencias, etc...

Homogéneo y aburrido

En este mundo diverso, nuestra comunidad sigue planteando un mundo homogéneo de propuestas para los jóvenes, en lugar de presentar opciones heterogéneas y diferentes a las vistas y vividas.

La mayoría de los marcos para jóvenes presenta una gama muy reducida de opciones. Es más, casi todos los espacios institucionales para esta edad presentan las mismas propuestas. Parecen un calco uno de otros. Charlas semanales con invitados especiales, actividades semanales, grupos de debate, grupos de Rikudim. Eso es lo que yo llamo una propuesta homogénea: por donde vayamos, encontraremos lo mismo que se venía ofreciendo en la adolescencia.

Cada institución que trabaja con jóvenes más o menos invierte su dinero para hacer lo mismo que la otra hace, a veces con éxito y otras veces no.

Creo que tendríamos que articular y ver la posibilidad de pensar un "mundo institucional judío" para jóvenes de manera heterogénea, donde nada sea igual a nada.

Me refiero a que si la institución "a" tiene Rikudim, la "b" tendrá que tener teatro, la "c" un espacio de producción musical, la "d" un taller literario y la "e" una actividad semanal de nivel y así sucesivamente llevando al máximo el poder creativo e imaginativo de estos espacios.

De esta manera podríamos ofrecer más opciones haciendo una inversión racional de los fondos en función de la propuesta diversa. Mientras más diversa es la propuesta a muchos más diversos jóvenes podremos llegar, este es mi primer postulado.

Sin lugar a dudas la ausencia de muchos de los jóvenes en nuestras instituciones se debe a que no encuentran una opción interesante y atractiva para ellos. No hablamos de masas sino de individuos. Hay que detectar las motivaciones individuales para comenzar a construir los espacios de participación comunes.

Hay otros jóvenes que no tienen ningún interés en participar en marcos judíos y por ellos lamentablemente muy poco podemos hacer pero tenemos que seguir intentando y no resignarnos a perderlos.

Debemos quebrar el monopolio de los adultos en la construcción comunitaria. Nuestra comunidad es una comunidad pensada por adultos. Incluso los espacios juveniles son pensados por el mundo adulto.

Los adultos de la comunidad tienen un "joven imaginario e idealizado" que no existe. Cada vez que el joven a través de su actitud "no responde" al imaginario del adulto, el adulto se frustra y se enoja con él. De ahí que el adulto abandona su interés por "ocuparse" del joven y pasa a simplemente "preocuparse" por él.

Un joven puede ser médico y salvar la vida del presidente de su comunidad, puede ser ingeniero civil y construir un rascacielos en el cual puede vivir un dirigente comunitario, puede ser Gerente de Negocios de una empresa multinacional y tomar decisiones sobre manejos de millones de pesos, puede ser artista y crear obras maestras, pero esos mismos jóvenes que en otros ámbitos pueden destacarse en el marco comunitario nunca podrían presidir ninguna institución o integrar casi ninguna comisión directiva por ser simplemente jóvenes.

El mundo les abre las puertas, nuestra comunidad se las cierra. Me gustaría que lean los requisitos estatutarios de la mayoría de las instituciones y vean que los jóvenes no pueden asumir el compromiso de ser los conductores de casi ninguna comunidad.

En mi concepción de cómo debe encararse el trabajo con los jóvenes, éste debe abordarse desde la autogestión o desde una cogestión, que puede o no ser apoyada u acompañada por profesionales. Crear espacio válidos para que los jóvenes se apropien de ellos o espacios comunes para el diálogo entre los jóvenes y los profesionales a cargo de los proyectos.

No podemos trabajar con los jóvenes con los mismos modelos de cuando eran adolescentes, es un error; hay que desarrollar modelos de trabajo apropiados para cada edad.

Nadie sabe mejor lo que uno quiere, que uno mismo, salvo que se tenga algún problema psíquico, y no creo que de esto padezcan masivamente los jóvenes de nuestra comunidad. Segundo postulado: Escuchemos a los jóvenes e invitemos a que sean parte de la formación de los nuevos proyectos.

Trabajar "con" los jóvenes

Debemos trabajar "con los jóvenes", junto a ellos, y no "para los jóvenes". Tenemos que ser coherentes entre nuestros dichos y nuestros hechos, acercar la diferencia entre lo que decimos y lo que hacemos por los jóvenes ya que ellos perciben cualquier incongruencia.

Debemos ser soñadores, creativos, intrépidos y transgresores, y no seguir haciendo más de lo mismo. Debemos trabajar buscando la excelencia en nuestros proyectos y teñirlos con amor, compromiso, pasión, dedicación, acción, pensamiento crítico; trabajo en equipo y respeto, entre otros.

Debemos establecer entre los jóvenes y los adultos un diálogo sincero donde el afecto, la confianza y el mutuo respeto sean los puntos de partida para cualquier proyecto que se quiera emprender en conjunto.

Creo que éste es nuestro gran desafío, si realmente queremos ser una comunidad plena.

Para finalizar quiero compartir con ustedes el siguiente texto:

Reír es arriesgarse a parecer tonto.
Llorar es arriesgarse a parecer sentimental.
Entablar relaciones es un riesgo a involucrarse.
Demostrar sentimientos es arriesgarse a ser rechazados.
Dar a conocer tus sueños es arriesgarte a parecer ridículo.
Amar es arriesgarse a no ser amado.
Seguir avanzando en contra de lo poco probable, es arriesgarse a fracasar.
Pero todos los riesgos deben tomarse. Porque el peligro más grande en la vida es no arriesgar nada. La persona que no arriesga nada, no tiene nada, no es nada. Puede evitar el sufrimiento y el dolor. Pero no puede aprender, sentir, cambiar, crecer ni amar; atado a todo lo que le da seguridad, es un esclavo: ha renunciado a su libertad. Sólo una persona que toma riesgos es libre.

Seamos libres para poder construir y crear algo diferente dentro de nuestra comunidad.

Que no nos asusten los riesgos que deberemos enfrentar.

No estamos obligados a finalizar la tarea, sino a comenzarla.

Ponencia presentada en el Primer Coloquio para el Desarrollo Integral de la Vida Comunitaria Judeo-Argentina organizado por la Bnei Brith Argentina.
Enrique M. Grinberg
11 de Noviembre de 1999