Shavuot, Ley y algo más



Al término de la Sefirat HaOmer, el cómputo del Omer correspondiente a las siete semanas completas que comenzamos a contar al término del primer día de Pesaj, nos preparamos para recibir una festividad especial, me refiero a la celebración de Shavuot.

Conjuntamente con Pesaj y Sucot pertenecen al conjunto de festividades de "Shalosh Regalim", celebraciones que se peregrinaba al Gran Templo de Jerusalem.

Shavuot nos sólo tiene un sentido histórico-religioso sino que guarda una ligazón muy fuerte con la tierra y en especial la de Israel al ser una festividad agrícola. Es mencionada en la Torá (Pentateuco) como "La fiesta de las Primicias" y "La Fiesta de la Cosecha". Las primicias eran llevadas al Gran Templo en esa fecha y en esa misma época comenzaba la cosecha del trigo.

Completando la lista de nombres la encontramos distinguida en la Mishná y en el Talmud como "La fiesta de la Conclusión" dado que para nuestros sabios el 6 de Siván concluía la festividad de Pesaj.

Dentro de nuestra liturgia la encontramos mencionada también como "El tiempo de la entrega de nuestra Ley".

Estas tres fiestas, Pesaj, Shavuot y Sucot, además de compartir una clasificación especial como fiestas de peregrinación, hacen en su conjunto pilares fundamentales que sostienen a la identidad ideológica y ética de nuestro pueblo y son ejemplos de nuestra forma de vida frente a nosotros mismos y frente a la sociedad en su conjunto.

Pesaj, sin lugar a dudas, es el símbolo máximo de dignidad y libertad. Con la salida de Egipto queda demostrado que sin libertad no puede haber soberanía ni justicia, por eso no se dieron las Tablas de la Ley antes de la liberación del yugo de la esclavitud, ni se les permitió el ingreso a la Tierra Prometida a aquella generación que guardaba signos de sometimiento y durante cuarenta años vago sin rumbo por el desierto.

Recién al obtener la libertad total, tanto física como espiritual, en
Shavuot se procedió a hacer entrega de la ley y aquí quiero dejar bien en claro los términos "se les entregó la ley" y no "recibieron la ley" dado que está implícito en esta disquisición que cada uno de nosotros tiene un tiempo personal para hacer propia estas magnificas enseñanzas y apropiárselas en el conocimiento, proceder a su lectura, relectura, interpretación y aplicación a la forma de vida elegida. Tenemos toda la vida para ello, nunca es tarde para acercarnos a nuestras fuentes y aprehender sus enseñanzas.

De ahí que también llamemos a la festividad como "Zeman Matán Torateinu, el tiempo de la entrega de nuestra la ley". Entrega y no recepción. Se simboliza claramente con la lectura del Libro de Ruth que se lee durante la mañana de la Shavuot. En dicho texto se narra su historia; donde el eje esta puesto en que ella siendo no judía adopta y recibe la fe de Moisés por propio convencimiento. Es así como Israel debe recibir su Ley. En la lectura de esta Meguilá se menciona el nacimiento del Rey David, descendiente directo de Ruth de quien provendrá el Mesías y con él vendrá la redención de Israel. Se dice en nuestra tradición que David nació y murió en Shavuot , dado que se menciona su nacimiento, se lea también este libro en la festividad.

Recién al ser libres y tener la ley pudieron nuestros antepasados
acceder a la tierra y junto a esos valores que fueron mamando de la propia experiencia pudieron comenzar a forjar su Hogar Nacional en Eretz Israel. Como lo simbolizamos en Sucot dentro de la Sucá (cabaña), este hogar que parece precario y pequeño, débil por fuera, pero con todo rigor podemos decir que es muy fuerte por dentro, así es Israel, nuestro Hogar Nacional. Es por esa fuerza de espíritu que la ayuda a mantenerse de pie y a sortear con valentía los momentos difíciles y a disfrutar de los gratos es podemos asegurar que nadie ni nada podrá hacer que este sueño milenario siga siendo una realidad que se recrea día a día.

Jag Sameaj.
Enrique M. Grinberg

Fallecimiento del Dr. Janan Nudel


Con profundo dolor participamos del fallecimiento de nuestro querido amigo, maestro y permanente colaborador.


Su amor, enseñanzas y ejemplo personal perdurarán por siempre en nosotros y en todos aquellos que tuvieron el placer de ser marcados por sus huellas indelebles.


Ejemplo de entrega y compromiso a sus semejantes y a su comunidad.


Sus restos serán sepultados en la tierra de Israel, encuentren allí el merecido reposo eterno.

La Fundación


La historia de esta Fundación comienza como un cuento para niños.

Había una vez un club donde la gente jugaba a las cartas.

Entre la gente no estaba bien visto jugar a las cartas y menos por dinero, pero no dejaba de producirles admiración cuando se jugaba por mucho dinero.

Algunos de los más adinerados decidieron hacer una obra de caridad y crea – en el lugar donde antes jugaban a las cartas – un centro de ayuda a los pobres, para neutralizar la mirada inescrupulosa de aquellos que necesitaban del dinero que ellos se jugaban a las cartas.

Durante veinte años jugaron a ayudar a los pobres. Pero como los pobres no recibían lo que necesitaban, finalmente sintieron que los ricos les daban cosas pobres y dejaron de ir.

Los ricos dejaban en la institución lo más pobre que tenían. Para sentir que además de ser ricos no se olvidaban de los pobres, sacaban dinero de sus propio bolsillo, para que el pobre servicio que daban a los pobres continuara.

El grupo de los ricos seguía preocupado porque los pobres, con su mirada inescrupulosa, no aceptaban la ayuda que ellos les daban.

También merodeaba por allí otra gente a la que ni siquiera le interesaba ese servicio que se ofrecía. Habían escuchado que era un buen lugar para codearse con el grupo de los ricos.

Entonces se disfrazaron de ricos, para que los ricos los convirtiesen en ricos. Todos, claro está, se reunían para ayudar a los pobres. Mientras los ricos conversaban acerca de cómo hacerse más ricos, los que se disfrazan de ricos los alababan por esa voluntad que mostraban de ayudar a los pobres.

Con el tiempo, el grupo de los ricos se olvidó de los pobres, pero lo que no pudieron soportar fue que los pobres se olvidaran de ellos.

Y crearon otra fundación.
Janan Nudel

La gotera


Primero oyó el golpeteo de las gotas sobre el techo de chapas. Luego las vió caer y estrellarse contra el piso de la casa. Al principio se quedó mirando.

Pero la gotera pudo más que los nervios. Llovía adentro. Entonces comenzó a correr los muebles.

Cuando las gotas se deslizaron a través de los cables, se apagó la luz. Como no podía enojarse con Dios, se enojó consigo mismo. La bronca pudo más que la resignación. Los nervios pudieron más que la gotera.

Les fue creando el lugar que necesitaban para no sentirse inundado.

El espacio interior de la casa se había reducido. Goteaba adentro, pero no dentro de él.

La bronca pudo más que la resignación. Decidió mudarse. Cambió el techo. Remozó las paredes, los pisos, la pintura.

Tropezaba con todo lo que antes esquivaba.

La casa estaba llena de nada. Tiró lo que no le servía.

El espacio interior de la casa se fue ampliando. Se llenó de vacío. El vacío que había creado era un espacio nuevo.

Cuando terminó la pintura se le volcó encima. Se lavó y quedó nuevo.

Ahora la lluvia se estrellaba contra el techo.

Se mudó al mismo lugar. Encendió la luz para ver su obra. Vió mucho espacio. Caminó sin tropezar. No necesitaba esquivar nada.

Había creado un lugar donde podía vivir, porque la vida pudo más que la resignación.

Janan Nudel

Liderazgo comunitario y clase social


El liderazgo comunitario podría definirse como un autoritarismo en representación del padre.

El carácter voluntario de los miembros de las comisiones directivas fa­vorece la fantasía mesiánica del dirigente y es, a su vez, utilizado como ar­gumento descalificante para el rol profesional, por ser "mercenario". Pero el trabajo voluntario no es gratuito pues el deseo se organiza desde una repa­ración.


Produce beneficios inconscientes (reparar vínculos) y conscientes, co­mo ser búsqueda de poder, de prestigio, de relaciones económicas, etc.


La falta de conciencia de estos beneficios condiciona una determina­da forma de articulación de los dirigentes voluntarios entre sí, y entre el di­rigente y el profesional.


Un vínculo creado al servicio de un destinatario, que es la institución, se transforma en una relación patrón-empleado, padre-hijo, etc.


El dirigente voluntario ingresa a su rol en la comunidad judía desde el poder, desde la certeza de ser un hijo deseado y desde el deseo de ser ve­nerado.


En la comunidad no judía, el voluntario judío ingresa desde el some­timiento, desde la certeza de no ser deseado y desde la búsqueda de ser acep­tado.


El dirigente voluntario privilegia un cargo menor en una institución no judía respecto de un cargo de mayor jerarquía en una judía. Es equivalen­te a lo que ocurre con el profesional.


Lo expresado, es decir que en la comunidad se busca lo perdido y fue­ra de la comunidad lo nuevo, avala este comportamiento.


El liderazgo comunitario se organiza desde:


El poder y el prestigio.
El fracaso del padre.
La restitución de lo perdido.
La evitación de los cambios.
Un deseo insatisfecho.
Un proyecto de clase.
Un sionismo espiritual.


Una aniquilación de líderes potenciales, que ponen en peligro la continuidad de los dirigentes.
Hay que buscar las características del liderazgo en la propia comuni­dad, que hace emerger a aquel líder que satisfaga sus demandas. La ola de desfalcos que se produjeron hace unos años en algunas cooperativas judías constituye un ejemplo: los ahorristas, desde sus deseos secretos, vieron en las cooperativas un sostén a su proyecto de clase.


La mayoría silenciaba lo que estaba ocurriendo, desde la fantasía que a ellos no les tocaría o que la comunidad quedaría más expuesta en caso de hacerlo público.


De acuerdo con lo aprendido en sus familias, era más importante que no se supiera lo que ocurría que resolver el conflicto.


Es necesario tener presente que los judíos tienen una actitud diferen­te cuando se relacionan con instituciones o con otros judíos.


Con otros judíos (sean profesionales, comerciantes, industriales, etc.) en un vínculo individual, se relacionan con desconfianza, proyectando en el otro su propio comportamiento posible. Con las instituciones su actitud es distinta; como las organiza a su servicio, confía mas.


Con las instituciones ligadas a lo económico se produce un quiebre en un momento de su desarrollo.


El crecimiento de la institución, deja a un costado su objetivo comu­nitario y el nuevo objetivo es su propio crecimiento. Si las cooperativas te­nían proyectos comunitarios, como sostener instituciones (clubes, escuelas, etc.) y se cometieron desfalcos, los objetivos reales no eran comunitarios si­no clasistas, de crecimiento económico.


No se trata de simples estafas sino de proyectos secretos de clase, que utilizan la palabra al servicio de la comunidad y la institución al servicio de la clase.


Como la palabra del dirigente es la palabra del padre y la responsa­bilidad es la de la comunidad, resultaba comprensible que muchos judíos, que en la infancia habían aprendido que los judíos eran sus amigos, no des­confiaran.


Las instituciones de tiempo libre, proponen un espacio supuestamen­te comunitario, pero integran a sus asociados desde la clase social para evi­tar el conflicto.


Las instituciones asistenciales, por su parte, están desacreditadas y dramatizan la imagen desvalorizada que el judío tiene de la condición judía y de la comunidad.


Esta conserva a esas instituciones en un estado de agonía; concordan­te con el mandamiento de no matar, se opta por dejarlas morir.


Cuando los dirigentes se acercan a las instituciones en crisis, lo hacen desde una fantasía mesiánica, que dificulta la lectura y comprensión de la si­tuación. Ellos vienen a lograr los que otros no lograron.


Una estrategia comunitaria efectiva, para eliminar o modificar diri­gentes creativos, es asignarlos a este tipo de instituciones, transformándolo en un desafío, alentando la fantasía mesiánica y garantizando así el fracaso en lugar de admitir la posibilidad de desarrollarla, modificarla o cerrarla.


La obsesiva búsqueda del éxito coarta la libertad para pensar, ratifi­ca el mandato, se relaciona con el pasado y no con el futuro. Impide vincu­larse con las necesidades comunitarias reales.

Puede decirse que las instituciones perimidas existen para evitar el surgimiento de otras, garantizando así la inmovilidad de la dirigencia co­munitaria y evitando los cambios.


La idea de una comunidad judía única y sostenedora de un mismo de­seo, es aniquiladora. Esta idea es mantenida al servicio de que sigan las con­diciones para esperar al mesías.


Esto favorece la disputa acerca de quién es el padre de la comunidad y genera un solo modelo de dirigente. El mesías que va a salvar a los judíos. La connotación de mesías la da la actitud de sacrificarse para que se salve el pueblo, sin esperar nada para sí.


Se constituye desde el padre que se incorporó en la infancia, aquél que todo lo podía, que junto con la admiración, producía amor, odio, envidia, que es lo que sienten hacia el dirigente los integrantes de la institución des­de su papel de hijos. Desde un deseo secreto lo constituyen en padre y des­pués se rebelan.


La depositación y la rebelión son parte de un mismo juego en el que la segunda convalida a la primera. Los mandatos que deben cumplir los que se acercan a una institución, desde un lugar de reconocimiento son:

Cumplir con una serie de actos humillantes cuyo proyecto es abo­lir todo lo que tienen de diferente.


Integrarse al proyecto institucional y fortalecer la imagen del padre.


Queda constituida así la relación dirigente-institución necesaria para el proyecto comunitario.


Dijimos que la institución se organiza desde el fracaso del padre (ne­cesidad de reparación), que provee el espacio que permite el reencuentro con el objeto perdido (el poder y la familia), mientras que el profesional es con­tratado para detener la huida del hijo y ejecutar el deseo secreto del dirigente.


La necesidad de reparar (situación incompleta) impide disponer de la propia libertad, reprime la libertad del otro y cosifica las relaciones, pues inconscientemente coloca a los otros en el lugar donde los necesita.


El trabajo voluntario se organiza desde la reparación. Al servicio de esta reparación el rol del dirigente puede transformarse de creativo en de­vastador.


Dijimos que las personas se convierten para él en cosas. Pero cuando la "cosa" se convierte en persona (es decir, utiliza su propia palabra) aparece la violencia, pues pone al dirigente en contacto con lo reprimido. La rela­ción pierde su carácter simbólico para convertirse en un enfrentamiento pa­dre-hijo.


El pueblo judío tiene vacante el lugar del mesías. Nadie pelea en la co­munidad por ocupar el lugar de Dios pero sí el del mesías. Este proyecto rei­vindicativo es violatorio de la ley, y genera en el dirigente sentimientos de culpa y fantasías paranoicas.


Como en la comunidad está prohibido matar, se deja morir todo aque­llo que desafía al objeto definidor. Alguien se apoderó de la ley, de sus alcan­ces y limitaciones. Se constituye así mismo en la ley, y desde ahí prohíbe pen­sarla y pensarlo.


Frente a este usurpador aparece otra situación secreta que da origen a la disputa: quién es el representante legítimo de Dios y quién responde a un dios pagano.


El usurpador es el representante legal y es legal todo lo que él auto­rice. Todos los demás son paganos y es ilegal todo lo que ellos autoricen.


El padre debe sostener la legitimidad de un único Dios e implemen­tar un aparato represivo que castigue al otro, por responder a un dios paga­no, decretando que su producción no es judía.


Se observa aquí el desconocimiento de pertenecer a un mismo pueblo. La estrategia consiste en evitar el contacto con el objeto peligroso, hipertro­fiar los afectos e inhibir la función más importante del grupo, que es la de pensar.


Si el poder de la prohibición implica la veda para pensar la prohibi­ción, toda reflexión alrededor de la ley es vivida como un pecado.


Los integrantes de la institución, grupo o comisión deben acatar o re­tirarse, como herejes, a otro lugar. Si en el que se va persiste el contenido religioso, se renueva su búsque­da de un mesías que represente mejor los propios deseos.


Ocupar el lugar del mesías, desear el poder, no poder aceptar las di­ferencias, constituyen las características de un liderazgo autoritario; tipo de liderazgo del que el pueblo judío ha sufrido reiteradamente las consecuen­cias.

La convivencia en la diversidad, ¿afecta la continuidad de una comunidad judía?


La reunión estaba prevista para las 20 horas. A las 19,15 Ángela se apresuro a tomar el colectivo. Luis y José salieron de sus casas. Elena llamó por teléfono a Raúl y fijaron el lugar del encuentro a los 15 minutos.

Rubén se lavó la cabeza, las manos, hizo el rezo, acarició la Kipa y salió a buscar a Ester, su sobrina, que lo esperaba en la puerta de la casa.

Los padres de Silvia que no perdían actividad, subieron al coche mientras Lucía le pedía a Mario que se apurase, para no perder nada de la charla.

Manuel, Sonia y David fueron de los primeros en llegar. Acomodaron las sillas y comenzaron a discutir, si era correcto que Elena, por ser la novia de Raúl, aunque no fuera judía, estuviera en el grupo.

- Así es como nos iremos perdiendo- dijo Sonia

- No. Es la única manera de dejar de perder gente- dijo Manuel.

- Es mejor que seamos menos, pero evitar que los gentiles entren en la comunidad -agregó Lucía.

- En ese caso es mejor que se vayan los asimilados, para que dejen de comprometer nuestras costumbres -acotó Saúl que entraba en ese momento.

- Iremos desapareciendo. No tenemos un discurso nuevo para darle a la gente-aclaró José -No quiero ser un judío religioso, y no valoramos las otras maneras de ser judíos.

- ¿Otra manera de ser judío que no sea religiosa? No lo entiendo, comentó Rubén mientras entraban y se sentaban con Ester.

- No me importa que me entienda. Jamás se ocuparon de entender a otros. En verdad, para ustedes, los únicos judíos son ustedes. Ni a los conservadores los aceptan. ¿Quiénes se creen que son? ¿Dios les dio la verdad o ustedes se la apropiaron? No les creo nada- sostuvo José

¿Por qué te enojas tanto? no sabés cómo ser judío y por eso te enojas conmigo -respondió Rubén –deambulas perdido por el mundo, buscando un motivo espiritual para vivir.

- Aunque yo me convierta al judaísmo por mi amor a Raúl, usted no me aceptaría como judía, dijo Elena, la novia de Raúl

- No sos de nosotros ni serás nunca de nosotros -replicó Rubén.

- Cállese -dijo Raúl -Usted no puede decidir quiénes tienen que estar en la comunidad y quiénes no.

- El único judaísmo es la Torá. No voy a tolerar esa falta de respeto.

- No me gusta que me tolere. Si me tolera, me pone en posición de inferioridad. Prefiero que no me tolere, porque si los judíos empezamos a tolerarnos, no hacen falta los no judíos para tolerarnos –agregó Manuel.

- La Torá será su judaísmo, pero no es el mío. El mío es la cultura, la tradición, las raíces. Sé que no soporta que sea un judío sin Dios, pero lo soy. Nadie me lo puede impedir. Si usted no cree que yo sea judío, tampoco yo quiero sentir que pertenecemos al mismo pueblo. No están en mi pueblo judío los que no me reconocen como judío –dijo con tono fuerte el padre de Silvia.

- Bueno, basta de agresiones.

- ¿Por qué no podemos discutir? Me siento más ligado a los no judíos que piensan como yo –agrego José.

- José, te quejas de mí que soy religioso y ortodoxo, que para vos es una mala palabra, pero sin nosotros no sabrían quién son ustedes.

- Contestale vos Moshé que sos un rabino conservador, porque el judío ortodoxo no nos escucha.

- No voy a escuchar al rabino conservador, porque no puedo pensar que sea un rabino, pero sí a la persona que es Moshé y que por lo menos cree en Dios.

- No tenemos interés de convencer a nadie –comenzó Moshé -Nuestras puertas están abiertas para todos los judíos. Respetamos la ley judía, pero aceptamos la conversión ya que para nosotros es más importante incluir un judío que perder otro –empezó el rabino Moshé.
- ¿Entonces yo también podría ir a su sinagoga? – preguntó Elena.

- Si, por supuesto; si tu interés es ser judía por vos misma – cerró el rabino Moshé.

- No puedo saberlo. Estoy enamorada de Raúl, pero algo mío debe haber. Tuve un sueño: “Había cursado todos los estudios, aprobado el examen y recibía el título. Llegaba a la sinagoga del brazo de mi padre con un vestido blanco, al que le seguía una túnica que terminaba muy lejos. Pensaba que era muy largo el camino que me marcaba hacia adelante aunque la túnica estuviera hacia atrás. Era una mujer judía como Leonor y Gloria. Ellas eran dos amigas mías que desde la escuela primaria seguimos juntas, y que por supuesto estaban emocionadas mientras me acercaba al altar.

Cuando sentí la mano de Raúl y la mirada que me acariciaba del rabino, sentí a Dios en la unión de nuestras manos.

Durante la marcha nupcial caminaba con ustedes el camino que nos habíamos trazado. ¿Qué quiere decir mi sueño rabino Moshé?

-No sé qué quiere decir tu sueño - interrumpió Luis -pero para mi ser judío es sentirse parte de Israel aunque no vivamos allí. Estamos como en Israel: a cada grupo le interesa algo distinto. Para algunos lo importante es Dios. Para otros la familia. Para otros la historia. Para otros el poder. Para otros la expansión. Para otros la paz. Para otros la guerra. Para mí el judaísmo es aceptar la centralidad de Israel.

- Claro que es así, aunque no estoy de acuerdo que siendo Israel la centralidad del pueblo judío, no podamos hacer ninguna crítica cuando no estamos de acuerdo con la política del gobierno. Confundir el gobierno de turno con la importancia de defender un Estado judío nos molesta a todos. Hacer una crítica a Israel, es como si uno hablara mal de la madre, me refiero a lo sagrado.

- Lo único sagrado es la Torá- salpicó Rubén.

- No me interrumpa. Ustedes tienen el mismo discurso desde siempre, y no permiten que nadie los interrumpa ni que opine algo distinto.

- Los israelíes empiezan a rebelarse. No todos quieren ir a los territorios ocupados.

- Son nuestros territorios. Buscalo en la Torá. La Torá es Eretz Israel -acotó Rubén

-Ahora cambiaron las cosas. Israel es un país rico y nosotros estamos empobreciéndonos. La paz es por lo único que tenemos que luchar, no sólo para garantizar la seguridad de Israel sino también la nuestra. Hay algunos que opinan que el sionismo no terminó. Otros que sí. Otros que Israel es cada vez menos judía y yo creo que es muy bueno que sigamos discutiendo sobre estos temas.

-Nosotros tenemos que ocuparnos de los problemas con nuestras comunidades, que, por lo que transcurre hoy, es una manera de vincularnos también con Israel.- agrego la madre da Silvia -No aceptamos las diferencias y sólo hablamos de los ortodoxos, de los israelíes y también de los americanos. No hablamos de lo que nos dan, sino pareciera que hablamos de lo que nos quitan. Mentimos. Nos mentimos.

En nuestras casas ya no se vive ningún judaísmo, se lo entregamos a la comunidad que lo recibió encantada, para hacer hermosos edificios, al tiempo que sus dirigentes evitan poner al judío en contacto con su judaísmo. Niegan las diferencias. Preparan el confort que garantice a los socios que no les faltara nada, evitando ponerlo en contacto con su judaísmo, para servirle como clase social. Se generan inclusive competencias entre directivos y profesionales, entre los mismos directivos y entre los mismos profesionales, y dejamos afuera lo más rico que tenemos, que son nuestras diferencias.

Situación que deberá ser revertida para que pueda continuar un grupo que esta afectado por la situación económica, e impedir que sea la pobreza una causa de exclusión.

Cuando el judaísmo fue búsqueda, incertidumbre, marginalidad, texto, estudio, las diferencias sumaban y tendían a incluir. Hoy, el rechazo por las diferencias, resta y tiende a excluir.

-Perdonen por la demora. Me llamo Janan Nudel y tengo que comenzar la ponencia.

- Pero nosotros ya empezamos a hablar. No nos interrumpa.
- Es solo que tengo que hacerlo.

- Mientras nosotros hablemos, lo suyo no es necesario. Si lo necesitamos lo llamamos.

- Bueno, sigo yo –dijo José. -¿Y qué significa para judíos de un nivel económico alto, compartir la institución con gente pobre, para no sentirla como pobre gente?

Cuando alguien comprende el mundo y las cosas de una única manera, y está convencido que tiene que ser para todos igual, es una propuesta fundamentalista, con un límite absoluto: o sos como yo o no sos, por ejemplo como pensaba Hitler, o el fundamentalismo árabe o el israelí.
Cuando pensamos el mundo y las cosas de distintas maneras, somos pluralistas pero con un límite: mi pluralismo no incluye a aquellos que quieren eliminarnos.

No acepto ningún tipo de tolerancia. No somos inferiores a nadie. Tampoco superiores. Nuestro pueblo no se sostuvo porque fuimos superiores ni porque somos el pueblo elegido, sino porque fuimos encontrando sentidos nuevos a nuestra existencia.

Éramos al mismo tiempo judíos que vivimos de distintas formas y en distintos tiempos. Si nos negamos esa posibilidad, corremos el riesgo de desaparecer como pueblo.

Me sorprende cuando hablamos de la exclusión pensando en que excluimos a los no judíos, y de hecho, excluimos a los judíos que son distintos a nosotros. Ese es otro de nuestros mitos.

- José, terminala con tu discurso -dejanos decir algo. Vos sos pluralista pero hablas sólo vos
–dijo Sonia, y siguió: -Tenemos que tener las puertas abiertas pero sabiendo qué queremos ser y qué judaísmo estamos dispuestos a compartir. Dejar las puertas abiertas no significa ensanchar el marco para que cualquiera pueda entrar, eso no es pluralismo sino indiferencia.
Tener las puertas abiertas incluye a alguien que los reciba; que les cuente, que les pregunte sin tratar de corregirlo sino aceptarlo como es. El que ingresa a una institución viene a hablar, a veces a escuchar.

Se habla de los que no vienen y, cuando vienen, no hay quien los reciba. La diferencia se torna indiferencia.

Quisiera contarles un sueño que tuve hace unos días:
“Estaba vestida de blanco tirada en una cama cubierta con una colcha roja. Tenía una coronita en la cabeza. A mi izquierda un pintor me estaba haciendo un retrato. Los ojos del pintor se salieron y comenzaron a recorrer mi cuerpo. Yo quería agarrarlos y se me escapaban. Los huecos en su cara me produjeron terror. Me levanté y me acerqué al espejo. Cuando me miré tenía un hueco en el lugar del corazón. Despavorida me di vuelta y el pintor tenía mi corazón en su mano. Me lo estaba ofreciendo. Con desconfianza me fui acercando mientras él me decía:- Mientras te pintaba no encontré el corazón, y no podía seguir pintando porque cuando una persona no tiene corazón yo me quedo ciego. Toma tu corazón, así yo puedo verte. Lo tomé con la sensación de que había encontrado a Dios. Me desperté con mucha paz. No me habían enseñado la fe, eso tuve que aprenderlo por mi misma. Desde ese momento Dios fue para mí el que da el corazón. Para mí es bueno y yo aunque sigo queriendo ser la primera, sigo el camino que me señalo el sueño: el de dar el corazón”.Tenemos que estar juntos…

-Estoy de acuerdo de que estemos juntos –interrumpe David -pero no necesito del consenso y si necesito que ningún judío sea discriminado por ser distinto: blanco, negro, homosexual, heterosexual, capacitado, discapacitado, ortodoxo no fundamentalista o convertido, sea de la manera que elija vivir su judaísmo tenemos que reconocerlo, porque no hay ninguna ley que pueda más que el deseo de uno, que siempre esta sujeto a una ley, aunque no aparezca.
Si queremos que nos vean a distintos entre nosotros, continuo su esposa-tampoco veamos a los demás como iguales. “Nosotros” no significa “el mismo”, sino cada uno con su manera de vivir el mundo y las cosas.

- Tenemos en común que todos atravesamos condiciones de existencia determinadas- agregó Ángela -nuestra riqueza consiste en que cada uno resuelva a su manera las condiciones determinadas de existencia que atraviesa.

Aquellas que nos atraviesan como comunidad, es más probable que podamos resolverlas, si cada uno puede dar el corazón. ¿Y que es dar el corazón? Recordar que las deudas con el pasado se pagan en el futuro haciendo algo por otros.

Tener buen corazón es poder pensar qué es lo que el otro necesita, en lugar de pensar únicamente en lo que yo necesito, es no dar cuando el no necesita, aunque pida, y es también darle un presente al judaísmo, en sus tres significados: presente como presencia, presente como tiempo y presente como regalo.

Gracias.

Una historia de amor


La última vez que nos vimos sentí que posiblemente no volvería a verlo. Para algunos era Kalmen; para otros, Carlos. Para nosotros, fue siempre papá.

Era bajo, hermoso, callado, de cabellos blancos, ojos celestes, mirada dulce y sonrisa agradable. No era inteligente. No resultaba necesario. Esa función la cumplía mamá.

Nos enseñó el amor, un amor sin palabras. Tampoco eran necesarias. Las palabras las tenía mamá.

No era desconfiado. No resultaba necesario. Esa función la cumplía mamá.

No se daba cuenta de las cosas. Nos enseñó a no darnos cuenta de las cosas. Mi mamá se daba cuenta de todo.

Aquí nos separamos. Mi hermano tomó lo de mi papá y yo lo de mi mamá. Cuando falleció papá, mi hermano tomó lo de mi mamá; y como yo no pude olvidar lo de mamá, no pude tomar lo de papá.


Mi papá no tenía conciencia del dinero. La conciencia del dinero era función de mamá.

Mi hermano y yo vivimos con lo que nos enseñó papá. Todavía no podemos tomar lo de mamá. Cuando nos encontramos con mi hermano, nos lamentamos de no haber aprendido de mamá, por lo menos, que uno tiene que pensar antes de dar.

Mi papá era inconsciente de su inconciencia. Nos transmitía la inconciencia con naturalidad.

En cambio mi mamá, como era más conciente de la inconciencia de todos, no podía usar su inteligencia para enseñarnos con naturalidad.


En realidad, su inteligencia no le sirvió para aprender el tema del dinero. Ella nos enseñaba que el dinero que papá traía no tenía valor. Como no reconocía lo que teníamos, mamá nos enseñó el miedo a la miseria. Cuando nos lamentamos con mi hermano por dar más de lo que podemos, es porque no valoramos lo que tenemos.

Mi papá fue siempre bueno. Mi mamá era autoritaria. Mi papá siempre empezaba por el "sí". Mi mamá empezaba siempre por el "no". Nosotros somos como mi papá. Empezamos por el , pero elegimos a los que empiezan por el no.

Mi papá nos enseñó el silencio porque no tenía palabras. Mi mamá nos enseñó las palabras, porque no tenía la posibilidad de quedarse en silencio. Mi papá no podía escuchar a mi mamá porque no podía hablar. Mi mamá no podía callarse porque mi papá no hablaba. Mi hermano y yo tuvimos que aprender solos a escuchar y a hablar.


Ellos no hablaban ni escuchaban.

Hablar es decirle algo a otro que escucha. Escuchar, es recibir algo de odio para seguir hablando. Mi papá nos enseñó a sentir; mi mamá nos enseñó a pensar.

Mi papá nos enseñó que 10 importante era el presente, sin palabras, porque no las tenía. Mi mamá nos enseñó el miedo al futuro porque creía vivir en la miseria. Se amaron muchísimo aunque prefirieron seguir siendo cada uno.

La tarea de mi hermano y la mía, fue aprender que uniendo lo que uno no tiene con lo que el otro tiene, no se deja de ser uno.

Se odiaron en silencio. Cada uno sentía que esa no era la vida que quería vivir. Era la vida que vivían.

Mi hermano y yo tuvimos que aprender solos que la vida que uno tiene que vivir es la que puede. Ni la que debe, ni la que no puede.

De ellos no fue posible aprender la vida que cada uno de ellos podía vivir. Nos enseñaron la vida que no podían vivir.

Cuando mi papá enfermó, nos enseñó el poder de la voluntad. Siguió trabajando, leyendo, interesándose por todo.

Mi mamá nos enseñó la solidaridad. No lo abandonó en ningún momento.

Cuando mi papá dejó de caminar, mi hermano se volvió el papá de mi papá. Mi papá desconocía que no podía caminar.

Mi mamá, para seguir viviendo siempre con él, fue su conciencia como antes, cuando caminaba, atendiéndolo y al mismo tiempo reprochándole a lo que habían llegado, porque él no la escuchaba.

Como mi papá ignoraba que no podía caminar, cierta vez se levantó. Mi mamá, que estaba cerca, quiso evitar la caída. Se cayeron juntos; juntos se levantaron.

Mi hermano y yo tuvimos que aprender solos a levantar al otro sin esperar a que se cayese Y aprender, además, a no caerse con el otro.
Mi hermano esperaba otro hijo. Mi papá supo que mi hermano ya no podría ser más su papá.

Papá falleció. Dio lugar al nacimiento de lo nuevo. Era una niña hermosa. Mi mamá sigue viviendo. Ahora nos enseña cosas diferentes. Tiene 83 años, trabaja, cocina, lee y mira televisión. Ya no se puede reír dulcemente de mi papá dormido mientras mira televisión; es ella la que se duerme.

Ya no es tan autoritaria. Habla y escucha. Ahora, que oye menos, escucha más. Sigue reprochando, aún hoy, las actitudes de papá, porque la vida sigue.


Nosotros lo defendemos. Entonces ella reconoce que no hubo otro padre como el nuestro.

Ser conciente y hablar por dos, no fue fácil para mi mamá. Vivir con alguien que era conciente y hablaba por dos, no fue fácil para mi papá.


Mi hermano y yo tuvimos que aprender solos a ser concientes y a hablar por uno.

Nos dieron lo que pudieron. El resto fue haciéndolo cada uno de nosotros.

Tuvo mucho que ver con lo que papá y mamá nos enseñaron. Mucho más, con los que fuimos aprendiendo por nosotros mismos.

Mi papá enfermó. El médico le explicó a mi hermano lo que tenía papá. Cuando mi hermano me lo dijo, agregó que eso era lo que papá tenía, pero no lo que papá era: un peleador que amaba la vida. Mi hermano le puso palabras a lo que vivía mi papá, porque mi papá no tenía palabras. Esas palabras significaron mucho para mí.

Me enseñaron a discriminar lo que uno es, de lo que uno tiene. Cuando mi propia enfermedad se complicó, mantener discriminado lo que yo era de lo que yo tenía, me permitió sobreponerme.

Mi hermano no dudó en darme un riñón. Su familia tampoco. Mi mamá me alentaba. Tenía pánico por lo que podía pasar, pero estaba orgullosa por lo que estaba pasando.

Su inteligencia le permitió saber que era el momento de expresar el amor que me tenía. Su violencia conmigo, por no ser yo lo que ella esperaba, se desvaneció.

Desapareció la violencia entre mi mamá y yo. Comprendió que yo la necesitaba; desplegó entonces un amor sin condiciones.

Mi papá nos enseñó el presente, porque no pensaba en el futuro.

Mi mamá nos enseñó a pensar, porque hablaba callando lo que sentía.

Mi papá nos enseñó que la vida se termina y mi mamá nos enseñó
que la vida sigue.

Mi hermano y yo, aprendimos de ellos que la vida sigue hasta que un día se termina.

Por nosotros mismos aprendimos que papá sigue vivo en nosotros porque nos amó, no sólo porque lo amamos.

Mi hermano y yo aprendimos solos, que vivir el presente es la única manera de garantizar el futuro.

Cuando nos preguntamos " que es vivir el presente", nos contestamos que es vivir la vida que podemos. No la vida que debemos ni la que no podemos. Ninguno de los dos lo logró plenamente. Cuando nos encontramos con mi hermano, hablamos y nos escuchamos.

No necesitamos cuidarnos de seguir siendo cada uno. Aunque somos mellizos, uno es Pedro y el otro, Juan.

De mis padres aprendimos la vida que no podían vivir. Cuando ellos nos miraban, le encontraban sentido a la vida que vivían. Cuando nosotros los miramos vemos en ellos sólo el comienzo de la vida que vivimos. El resto lo hicimos nosotros.

Papá falleció. Nació una nena hermosa que no lleva su nombre. El está vivo en nosotros, porque nos amó.

Mi mamá se levanta a las seis de la mañana para trabajar. Se olvidó de la miseria.

Mi hermano y yo somos maestros.

De mi papá aprendimos a sentir, porque no tenía palabras.

De mi mamá aprendimos a pensar, porque no podía callarse.

Mi hermano y yo somos maestros; lo que enseñamos es la vida en la que creemos nosotros.

Janan Nudel

Chau, Janán


Te conocí en 1999, yo estaba en mi escritorio del Consejo Juvenil Sionista, junto a la oficina de Enrique y vos pasabas a cobrar alguna actividad. Saludaste, como mucha gente a Enrique pero no supe quién eras. Algunos meses más tarde, en ocasión del 5° aniversario del atentado a la AMIA, Quique sugirió que te invitáramos a reflexionar con 150 bogrim de tnuot de Argentina, Chile y Uruguay sobre el hecho. No fue un buen día para vos, el pulso te temblaba y también la voz. Sólo sabía de vos que eras uno que se le había enfrentado al ex Embajador Avirán en un encuentro en Mar del Plata de 1997. Le pregunté a Quique: ¿estás seguro que Janán es la persona que decís? Todavía no sabía quién eras.

Pasó el tiempo y Enrique me convocó para compartir el trabajo con él en Hagshamá, recorrido que seguimos compartiendo hasta hoy. Te invitamos a infinidad de seminarios donde empecé a descubrir tu agudeza, tu pasión, tu ternura. Por esos tiempos comencé a leer “El espacio comunitario”, “En el mundo hay lugar para los dos” y “El jardín de la delicias/Locas de amor”, tres libros que atesoro entre los más queridos.

En 2002 mientras preparábamos un encuentro de bogrim de tnuot del cono sur, fuimos a tu casa a consultarte tu opinión sobre el programa. Fue revelador. Me hablaste de la importancia del encuentro mismo por sobre los objetivos revolucionarios. Como era -y soy- cabeza dura me lo tuviste que recordar al año siguiente. El encuentro mismo era lo maravilloso. Pero también un encuentro que no era gratuito, tenía que estar cargado de afecto y un espacio para el conocimiento mutuo.

Un día le dijiste a Enrique que querías que vaya a tu cumpleaños, no recuerdo si el 58 o 59. Me sorprendí y me alegré de que quisieras que estuviese ahí. En esos encuentros tan lindos conocí a otros amigos tuyos que dejaron de ser nombres en carpetas o agendas laborales para pasar a ser los amigos de Janán. Natán, Dany, Ruty, Mónica, Jana, Enrique, Diana, Laura, otro Dany más y otro Leo más, todas personas hoy entrañables para mi.

Pasó también tu cumpleaños número 60 con una gran fiesta en tu casa. Los invitados especiales ahí eran tu hermano Pesaj (que maravillosamente se había desprendido de tus relatos para pasar a ser alguien concreto) y tu amigo Leo Senkman, que para mí era simplemente el destinatario de tu carta/ensayo “El atentado que dio vida a la muerte” donde hacés un análisis crudo y vigente de una comunidad que cambió totalmente después del 18 de julio de 1994.
Y por supuesto un recuerdo especial para el bar mitzvá de tu riñón, aquel que te había donado Pesaj y te permitió seguir viviendo y creando. Una noche inolvidable en el salón del edificio donde paraban los Katz durante su shlijut. ¿Cómo se te pudo ocurrir algo así? Con velas, kipá y lo demás. Eras un celebrador permanente de la vida.

Ahí ya te empezaba a conocer, me contabas de tu mamá y cómo le cambió la vida su aliá, de tu papá, de ese tal Carballés y sus dibujos que finalmente colgaste en tu casa que cada vez que la visitaba era otra. Y cada vez que te visitaba habías sufrido otro robo u otra estafa, y la marca era que habías comprado algo grande. “Cuando me roban dinero lo primero que hago es gastar, es la única forma que tengo de superarlo” decías siempre. Te tiraban y te volvías a levantar.
Pero verdaderamente ya no recuerdo qué cosas me dijiste cara a cara y cuáles a través de tus libros y cuáles otras en los comentarios que hacíamos sobre tus libros. “Uno sólo transmite lo que está vivo en uno”.

Me enseñaste que el madrij no es un profesional, sino un aficionado al cariño. Y que madrij se es siempre.

Siempre me echaste en cara que me vinculara con vos a través de Enrique, pero la verdad es que aun cuando a veces te llamaba simplemente para saludarte no podía superar esa barrera natural, ese respeto que me significaba tu voz y tu presencia.

Hace un par de semanas, con motivo de un video que necesitabas mandar a Israel para el casamiento de tu sobrino, surgió la oportunidad de ir a visitarte. Acababas de salir de una internación en el sanatorio, sabía que estabas delicado. Llegué y casi no reconocí tu departamento, estaba transformado en una especia de sanatorio domiciliario.

Me pediste que viera el video de tu sobrino y que te comentara mi opinión y estaba un poco contrariado entre tu permanente lucidez intelectual y tu estado físico que la filmación difícilmente podía disimular. Te dije que estabas fantástico.

Intenté amagar que me iba para no molestarte y me pediste que me quedara a charlar. Te pregunté por vos y me contaste de tus dieciséis pacientes en actividad (todavía hoy no lo puedo creer), pero querías que te hablara de mi. Y te conté de mis nuevos proyectos, de mis miedos, mis dudas. Te detuviste en mis estudios y me dijiste que yo necesitaba priorizar ese tema, pero que no me notabas convencido, y hasta que no me apropiara del tema no podría seguir adelante con los exámenes. Me di cuenta que ya nos conocíamos, que éramos –a pesar de la diferencia generacional- amigos.

Nada cambió desde ese día, estabas mal físicamente y vigoroso como nunca mentalmente. Me sorprendía mucho eso y lo comenté con Enrique y con Natán. Nada cambió desde ese día, hoy me enteré que tu cuerpo no quiso más, pero tus pensamientos vivirán por siempre en mi.
Hoy se cumplen 59 años de la declaración de la Independencia del Estado de Israel.

Un abrazo grande y fuerte.

Tu amigo,
Leo Naidorf

Listo para disparar


Estaba parado en mitad de la callejuela a unos veinte metros de mí, con la kefiah sobre la cara, haciéndome un gesto provocativo con la mano para que me acercara a él.

-Golaní, buto -gritó hacia mi lado con un mar- cado acento árabe-.
¿Qué basó, yah golaní? ¿Ese sargento belirrojo tuyo te la metió muy fuerte bor el culo ayer? ¿Ya no tienes fuerza bara correr? -Se abrió los pantalones y sacó el pene.

-¿ Qué basa, golaní? ¿Mi bene no es bastante bueno bara ti? ¿No fue bastante bueno bara tu hermana? ¿Ni bastante bueno bara tu mamá? Fue bastante bueno bara tu amigo, Abutbul. ¿Cómo anda tu amigo? ¿Se siente mejor el bobre desgraciado? Vi que hizo falta que venga un helicóbtero bara llevarlo, ¡cómo corrió detrás de mí! Media cuadra corrió como un animal, ¿y al final? iZas!, se le reventó la cabeza como una sandía.

Acerco el Galil al hombro y lo ubico justo en la mira. -Disbara, yah buto -grita, se abre la camisa y ríe-. Disbara justo aquí -señala el corazón.

Destrabo el seguro y contengo la respiración. Se queda esperando así unos instantes, con las manos en las caderas, indiferente. Su corazón bien profundo bajo la piel y la carne; lo tengo justo en la mira.

-Nunca vas a disbarar, yah, cobarde. ¿Si disbaras tal vez tu sargento belirrrojo no te coja más bor el culo?

Bajo el rifle del hombro y él hace un gesto despectivo.

-Yallah, me voy. Buto. Nos vemos mañana. ¿Cuándo estás de guardia, aquí en los barriles? ¿De diez a dos? Vendré.

Comienza a caminar en dirección a una de las callejuelas laterales pero de pronto se detiene y sonríe.

-Mándale saludos a Abutbul del Hamas, ¿eh? bídele muchas disculbas bor lo del ladrillo.

Alzo el Galil al hombro con rapidez y lo pongo en la mira, la camisa ya está cerrada pero su corazón todavía es mío. Entonces algo choca contra mí y caigo en la arena y de repente veo a Eli, el sargento, encima de mí.

-Dime, Kremer, ¿te has vuelto loco? -grita-. ¿Qué estás haciendo aquí parado con el rifle pegado a tu mejilla como un cowboy? ¿Crees que esto es el salvaje Oeste y que puedes dispararle a quien, quieras?

-Le juro por su vida que no iba a disparar, sólo quería asustarlo -digo y desvío mis ojos de su mirada.

-¿Querías asustarlo? -grita Eli mientras me sacude de las correas del chaleco-. Entonces cuéntale historias de fantasmas. ¿Qué haces apuntándole con un arma amartillada y además sin el seguro? -Me en- caja una bofetada.

-Me barece que el belirrojo no te va a coger bor el culo hoy, buto -escucho gritar al árabe-. Bravo, belirrojo, encájale otra bor mí.

-Debes aprender a ignorarlos -me dice Eli con voz agitada y se levanta-. ¿Oyes, Kremer? -Pasa a un susurro atemorizante. -Debes aprender a calmarte. Porque si te veo otra vez haciendo algo así, me voy a ocupar personalmente de que vayas a juicio.
A la noche llamó alguien del hospital y dijo que la operación no había resultado demasiado bien y que por lo visto Jaky iba a quedar como un vegetal.

-Lo fundamental es que aprendamos a ignorarlos -le dije a Eli-. Si seguimos ignorándolos, al final vamos a terminar por ignoramos a nosotros mismos por completo, como Jaky.

-¿Cuál es tu problema, Kremer? -Eli se ende- rezó de repente. -¿Crees que a mí no me importa lo de Abutbul? Era mi amigo tanto como el tuyo. ¿Crees que no me gustaría tomar el jeep, ir de casa en casa, arrastrarlos afuera y encajarles un tiro a cada uno en la cabeza? Pero si hago eso, voy a ser exactamente como ellos. ¿No lo entiendes? Tú no en- tiendes nada.

De repente entiendo, entiendo mucho mejor que él.

Está parado en la mitad de la callejuela con la kefiah sobre la cara.

-Buen día, buto -me grita.

-Una mañana excelente -le contesto murmurando.

-¿Cómo anda Abutbul? -me grita-. ¿Le mandaste el saludo del Hamas?

Me saco el chaleco y lo dejo caer al suelo. Me saco el casco.

¿Qué pasa, buto? -me grita-. ¿Se te rompió el cerebro de tanto que el belirrojo te cogió bor el culo?

Rompo el sobre con el vendaje personal y me lo ato alrededor del rostro dejando sólo los ojos descubiertos. Tomo el rifle. Lo amartillo. Me aseguro de que esté trabado. Lo tomo con las dos manos del caño, lo revoleo varias veces sobre mi cabeza y de repente lo suelto. El rifle vuela por el aire, se desliza un poco por la tierra y se detiene a media distancia entre los dos. Ahora soy exactamente como él. Ahora yo también tengo la posibilidad de ganar.

-Es para ti, animal-le grito.

Me mira un instante confundido Y entonces empieza a correr en dirección al arma. Corre hacia el arma y yo hacia él. Él corre más rápido que yo y va a llegar antes al rifle. Pero yo voy a ganar, porque ahora soy exactamente como él, Y él con el rifle en la mano va a ser igual que yo. Su madre y su hermana van a acostarse con judíos, sus amigos van a estar tendidos en el hospital como vegetales y él va estar frente a mí como un puto, con un rifle en la mano sin poder hacer nada. ¿Cómo puedo perder?

Levanta el Galil cuando estoy a menos de cinco metros de él, saca el seguro, apunta de rodillas y aprieta el gatillo. Y entonces descubre lo que yo ya sabía desde hacía un mes en ese infierno: que ese rifle no vale una mierda. Tres kilos y medio de hierro de más. Imposible hacer nada con él. Está sencillamente prohibido. Llego hasta él antes de que alcance a enderezarse y le lanzo una patada en la cara. Cuando cae al piso, lo levanto de los pelos y le saco la kefiah. Veo su rostro frente a mí. Lo tomo y lo golpeo salvajemente contra el poste de luz. Una vez, dos veces, tres. Vamos a ver qué pelirrojo se la mete ahora por el culo.