600 palabras


Mi madre me dice que nunca podré entender lo que significa para un pueblo no tener un país propio. Ella, por cierto, sabe de lo que está hablando. Después de todo, atravesó el holocausto, vio destruida su casa en Polonia, perdió a su mamá, a su papá y a su hermano, y al final terminó aquí, en la Tierra de Israel, su país, la tierra que se prometió no abandonar nunca.

Ghassan me dice que nunca podré entender los que significa para un pueblo vivir bajo ocupación.

No, él no tuvo que atravesar el holocausto, y toda su familia, gracias a Dios, está viva, al menos por ahora. Pero está harto de los soldados israelíes en los checkpoints de la frontera. “Algunas veces puedes atravesar la barricada en uno o dos segundos, pero hay otras, cuando ellos están aburridos, en las que pueden hacerte perder las ganas de seguir viviendo. Te obligan a esperar durante horas bajo el sol y sin razón alguna, nada más que para humillarte. La semana pasada, sin ir más lejos, me confiscaron dos paquetes de cigarrillos Kent largos, simplemente porque se les dio la gana. Un chico de dieciocho años, con un rifle en las manos y la cara llena de heridas, vino y me las quitó”.

Adina, la vecina del piso de abajo, me dice que nunca podré entender lo que significa perder a un ser querido en un atentado suicida. “Ninguna muerte puede ser más absurda que esa”, dice.

“Uno muere por dos razones –porque se es israelí y porque a uno le dieron ganas de tomarse un café expreso en mitad de la noche. Si puedes imaginar razones para morir más estúpidas que esas, dime cuáles son. Y ni siquiera hay con quién enojarse. Después de todo, el muchacho que mató a mi hermano está muerto y también él voló en pedazos". Mi madre dice que no tenemos otro lugar a dónde ir, que a dónde vayamos siempre seguiremos siendo extraños, odiados, judíos. Ghassan dice que mi país, el Estado de Israel, es una entidad extraña y aberrante y que no hay nada que se le parezca en todo el mundo. Ahí la ves en mitad del Oriente Medio creyéndose en el corazón de Europa, participando cada año en el certamen Eurovisión y asegurándose que uno de sus equipos de fútbol dispute la Copa UEFA, sin entender que está en el corazón del desierto, rodeado por una mentalidad, propia del Oriente Medio, que se niega a reconocerlo. Adina dice que vivimos de prestado, que cada vez que ve a los niños palestinos, locos de contentos, celebrar con golosinas luego de cada ataque suicida, ella piensa en la manera en que aquellos niños habrán de crecer. Por lo tanto, yo debería terminar con todo ese absurdo discurso sobre la paz. Y si hay algo que mi madre, Ghassan y Adina tienen en común, es que todos ellos están seguros, absolutamente seguros, de que yo simplemente no puedo comprender qué es lo ellos piensan.

Pero de hecho yo soy bastante bueno para imaginar qué es lo que piensan las otras personas, y algunas veces, cuando los tiempos se ponen difíciles, me las ingenio para vivir de eso. Todo clase de publicaciones extranjeras me llaman y me piden que explique, en lo posible en no más de 600 palabras, lo que piensa la gente en Israel. Es una pena que no pueda inventar nuevos pensamientos, distintos a los reales –unos que sean un poco menos temerosos, que conlleven un poco menos de odio. Pensamientos más positivos, más optimistas, más compactos, en no más de 600 palabras.

No hay comentarios: