Juventud y comunidad: Los ausentes con y sin aviso


Intentaré presentar algunas ideas sobre los motivos por los qué los jóvenes[1] no logran encontrar en la comunidad un marco apropiado de participación y/o pertenencia, concordante con que las comunidades tampoco hallan mecanismos apropiados para la contención de los mismos.

Sin duda la edad de referencia es la más dispersa, y por ende la más difícil de llegar a los grupos que participan en los marcos comunitarios.

Tanto a niños y adolescentes los podemos encontrar en los colegios primarios, secundarios judíos y otros espacios de educación no formal. A los adultos y mayores los encontramos en las distintas comunidades, templos e instituciones socio-deportivas.
¿Dónde están los jóvenes? He aquí la primer dificultad, el no poder encontrar de manera fácil, eficaz y masiva a los jóvenes de esta edad.

En la comunidad no existe ninguna base de datos centralizada que contenga la información mínima de los jóvenes universitarios por más que estos hayan pasado por diversas instancias en las entidades comunitarias. Los datos no se conservan, no se centralizan y no se actualizan, por lo cual es muy difícil lograr una comunicación o contacto con ellos.
La inexistencia de una base de datos impide conocer algunos indicadores básicos referentes a esta población como por ejemplo: área de estudio, interés y otros como para poder concretar propuestas y una convocatoria más eficaz con información más precisa dependiendo de cada perfil.

Las comunidades expresan gran preocupación por el tema pero al ver las inversiones de recursos humanos y económicos para el desarrollo del área joven podemos entender el porque de tan magros resultados de propuestas y participación juvenil. Sería injusto no reconocer aquí el esfuerzo que algunas instituciones realizan en tal sentido pero igualmente no son suficientes ni proporcionadas al número y tipo de población en relación a otras franjas etáreas de nuestra comunidad.

En muchas oportunidades se da también que los mayores son los que diseñan los espacios para jóvenes. Los adultos de la comunidad tienen un “joven imaginario e idealizado” que no existe. Cada vez que el joven a través de su actitud “no responde” al imaginario del adulto; el adulto se frustra y se enoja con él. De ahí que el adulto abandona su interés por “ocuparse” del joven y pasa a “preocuparse” por él.

Otras veces se trabaja con los jóvenes con los mismos modelos de cuando eran adolescentes: es un error porque hay que desarrollar modelos de trabajo apropiados para cada edad, y en esta edad especial tomar en cuenta que no con un solo modelo o proyecto se pueden abarcar los diversos intereses de estos jóvenes, por lo cual la propuesta tendrá que ser múltiple y variada.
En el interior del país generar una propuesta de actividades de estas características trae dificultades extras ya que allí la situación se complica por ser la masa critica es pobre y la gran mayoría comparten los mismos espacios y están saturados del contacto permanente.

Otra de las falencias a destacar es la escasa o casi nula existencia de profesionales formados o capacitados para armar, desarrollar y sostener proyectos específicos para esta edad como así también la ausencia de material teórico o trabajos de investigación serios sobre la edad para ser considerados. La comunidad y los espacios de formación comunitaria no han propuesto estos espacios salvo honrosas y puntuales excepciones. Por lo cual el área de jóvenes es manejada de manera intuitiva y basándose en experiencias de éxito y fracaso, con escasa planificación a corto, mediano y largo plazo. Además se carece por parte de las comunidades de una política clara en lo que se refiere a estas edades.

Sobre el compromiso con la institución. Aquí aparece el conflicto entre la modernidad y la pos-modernidad. Las instituciones por un lado desean que los jóvenes este cien por ciento comprometidos e identificados con la institución, esto significa estar y participar siempre. Hay jóvenes que podrán cumplir con esas expectativas pero otros que no, otros están dispuestos a comprometerse en menores porcentajes. Estos últimos no encuentran manera de insertarse ya que en las comunidades se piensa la participación a todo o nada[2].

La comunidad no ha sabido encontrar un eje aglutinante y movilizador de la juventud y no ha generado políticas ni estrategias para ello, más allá de que el contexto pos-moderno no ayude a ello. En otras épocas fue el sionismo en donde las Tnuot y las Jativot Universitarias florecían a lo largo y ancho del país, la Aliá a los Kibutzim como consecuencia de aquel proceso, el activismo y la militancia política en los ´70 dentro y fuera de la comunidad, la participación comunitaria religiosa signada en el marco del movimiento conservador con gran auge en los ´80 y el crecimiento de la actividad socio-deportiva en ´90 a modo de ejemplo.

En muchos casos también se dan impedimentos económicos para la participación porque existen cuotas o pagos que hay que realizar para acceder a cierto tipo de actividades, no contando gran parte de los jóvenes, aun con la independencia económica de sus padres y dándoles pudor pedir dinero extra para cubrir dichos costos u otros.

Sobre el sistema educativo comunitario también caben algunas observaciones. Luego de atravesar el proceso educativo comunitario tanto formal como no formal, en muchos casos más de doce años los jóvenes no salen concientizados acerca de la importancia de la vida en comunidad, de la importancia del involucramiento y de la participación personal y a los dieciocho años se alejan del marco comunitario. Además muchos de los contenidos aprendidos en ese proceso les son inútiles u obsoletos como para poder sostener una identidad judía adulta ya que en su memoria la mayoría de los conocimientos remiten a relatos infantiles o a temáticas abordadas de manera incompleta y poco profundas. Un factor determinante es la reducción de horas de estudio judaico en la currícula escolar y al reemplazo de estas horas por otras materias alejadas de lo judaico. Asimismo también podemos inferir que la falta de capacitación docente y la poca preparación para enfrentar a un adolescente hoy en día deja también sus marcas negativas. Parte de esta situación se motiva por diversos factores que no se analizarán por no ser tema del presente articulo entre ellos des-jerarquización del docente del área judaica y la falta de estímulos.

Quedará para otra oportunidad realizar un abordaje del tema desde la perspectiva y el imaginario que el joven tiene de las comunidades y de sus propuestas. Como decían nuestros sabios en Pirkei Avot[3]: “no estamos obligados a terminar la tarea, pero tampoco estamos eximidos de comenzarla”. Espero que estas líneas ayuden a la compresión de la problemática e inspiren algunas reflexiones a fin de poder concretar una acción de cambio para el trabajo en el área de juventud.

Enrique M. Grinberg

[1] En todo el artículo donde se menciona la palabra joven o jóvenes se refiere a la edad de 18 a 30 años.
[2] En estos últimos tiempos han aparecido diferentes propuestas que demandan compromisos más acotados y temporales que comienzan a marcar una nueva tendencia en el área.
[3] Tratado de principios

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