Listo para disparar


Estaba parado en mitad de la callejuela a unos veinte metros de mí, con la kefiah sobre la cara, haciéndome un gesto provocativo con la mano para que me acercara a él.

-Golaní, buto -gritó hacia mi lado con un mar- cado acento árabe-.
¿Qué basó, yah golaní? ¿Ese sargento belirrojo tuyo te la metió muy fuerte bor el culo ayer? ¿Ya no tienes fuerza bara correr? -Se abrió los pantalones y sacó el pene.

-¿ Qué basa, golaní? ¿Mi bene no es bastante bueno bara ti? ¿No fue bastante bueno bara tu hermana? ¿Ni bastante bueno bara tu mamá? Fue bastante bueno bara tu amigo, Abutbul. ¿Cómo anda tu amigo? ¿Se siente mejor el bobre desgraciado? Vi que hizo falta que venga un helicóbtero bara llevarlo, ¡cómo corrió detrás de mí! Media cuadra corrió como un animal, ¿y al final? iZas!, se le reventó la cabeza como una sandía.

Acerco el Galil al hombro y lo ubico justo en la mira. -Disbara, yah buto -grita, se abre la camisa y ríe-. Disbara justo aquí -señala el corazón.

Destrabo el seguro y contengo la respiración. Se queda esperando así unos instantes, con las manos en las caderas, indiferente. Su corazón bien profundo bajo la piel y la carne; lo tengo justo en la mira.

-Nunca vas a disbarar, yah, cobarde. ¿Si disbaras tal vez tu sargento belirrrojo no te coja más bor el culo?

Bajo el rifle del hombro y él hace un gesto despectivo.

-Yallah, me voy. Buto. Nos vemos mañana. ¿Cuándo estás de guardia, aquí en los barriles? ¿De diez a dos? Vendré.

Comienza a caminar en dirección a una de las callejuelas laterales pero de pronto se detiene y sonríe.

-Mándale saludos a Abutbul del Hamas, ¿eh? bídele muchas disculbas bor lo del ladrillo.

Alzo el Galil al hombro con rapidez y lo pongo en la mira, la camisa ya está cerrada pero su corazón todavía es mío. Entonces algo choca contra mí y caigo en la arena y de repente veo a Eli, el sargento, encima de mí.

-Dime, Kremer, ¿te has vuelto loco? -grita-. ¿Qué estás haciendo aquí parado con el rifle pegado a tu mejilla como un cowboy? ¿Crees que esto es el salvaje Oeste y que puedes dispararle a quien, quieras?

-Le juro por su vida que no iba a disparar, sólo quería asustarlo -digo y desvío mis ojos de su mirada.

-¿Querías asustarlo? -grita Eli mientras me sacude de las correas del chaleco-. Entonces cuéntale historias de fantasmas. ¿Qué haces apuntándole con un arma amartillada y además sin el seguro? -Me en- caja una bofetada.

-Me barece que el belirrojo no te va a coger bor el culo hoy, buto -escucho gritar al árabe-. Bravo, belirrojo, encájale otra bor mí.

-Debes aprender a ignorarlos -me dice Eli con voz agitada y se levanta-. ¿Oyes, Kremer? -Pasa a un susurro atemorizante. -Debes aprender a calmarte. Porque si te veo otra vez haciendo algo así, me voy a ocupar personalmente de que vayas a juicio.
A la noche llamó alguien del hospital y dijo que la operación no había resultado demasiado bien y que por lo visto Jaky iba a quedar como un vegetal.

-Lo fundamental es que aprendamos a ignorarlos -le dije a Eli-. Si seguimos ignorándolos, al final vamos a terminar por ignoramos a nosotros mismos por completo, como Jaky.

-¿Cuál es tu problema, Kremer? -Eli se ende- rezó de repente. -¿Crees que a mí no me importa lo de Abutbul? Era mi amigo tanto como el tuyo. ¿Crees que no me gustaría tomar el jeep, ir de casa en casa, arrastrarlos afuera y encajarles un tiro a cada uno en la cabeza? Pero si hago eso, voy a ser exactamente como ellos. ¿No lo entiendes? Tú no en- tiendes nada.

De repente entiendo, entiendo mucho mejor que él.

Está parado en la mitad de la callejuela con la kefiah sobre la cara.

-Buen día, buto -me grita.

-Una mañana excelente -le contesto murmurando.

-¿Cómo anda Abutbul? -me grita-. ¿Le mandaste el saludo del Hamas?

Me saco el chaleco y lo dejo caer al suelo. Me saco el casco.

¿Qué pasa, buto? -me grita-. ¿Se te rompió el cerebro de tanto que el belirrojo te cogió bor el culo?

Rompo el sobre con el vendaje personal y me lo ato alrededor del rostro dejando sólo los ojos descubiertos. Tomo el rifle. Lo amartillo. Me aseguro de que esté trabado. Lo tomo con las dos manos del caño, lo revoleo varias veces sobre mi cabeza y de repente lo suelto. El rifle vuela por el aire, se desliza un poco por la tierra y se detiene a media distancia entre los dos. Ahora soy exactamente como él. Ahora yo también tengo la posibilidad de ganar.

-Es para ti, animal-le grito.

Me mira un instante confundido Y entonces empieza a correr en dirección al arma. Corre hacia el arma y yo hacia él. Él corre más rápido que yo y va a llegar antes al rifle. Pero yo voy a ganar, porque ahora soy exactamente como él, Y él con el rifle en la mano va a ser igual que yo. Su madre y su hermana van a acostarse con judíos, sus amigos van a estar tendidos en el hospital como vegetales y él va estar frente a mí como un puto, con un rifle en la mano sin poder hacer nada. ¿Cómo puedo perder?

Levanta el Galil cuando estoy a menos de cinco metros de él, saca el seguro, apunta de rodillas y aprieta el gatillo. Y entonces descubre lo que yo ya sabía desde hacía un mes en ese infierno: que ese rifle no vale una mierda. Tres kilos y medio de hierro de más. Imposible hacer nada con él. Está sencillamente prohibido. Llego hasta él antes de que alcance a enderezarse y le lanzo una patada en la cara. Cuando cae al piso, lo levanto de los pelos y le saco la kefiah. Veo su rostro frente a mí. Lo tomo y lo golpeo salvajemente contra el poste de luz. Una vez, dos veces, tres. Vamos a ver qué pelirrojo se la mete ahora por el culo.

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