La convivencia en la diversidad, ¿afecta la continuidad de una comunidad judía?


La reunión estaba prevista para las 20 horas. A las 19,15 Ángela se apresuro a tomar el colectivo. Luis y José salieron de sus casas. Elena llamó por teléfono a Raúl y fijaron el lugar del encuentro a los 15 minutos.

Rubén se lavó la cabeza, las manos, hizo el rezo, acarició la Kipa y salió a buscar a Ester, su sobrina, que lo esperaba en la puerta de la casa.

Los padres de Silvia que no perdían actividad, subieron al coche mientras Lucía le pedía a Mario que se apurase, para no perder nada de la charla.

Manuel, Sonia y David fueron de los primeros en llegar. Acomodaron las sillas y comenzaron a discutir, si era correcto que Elena, por ser la novia de Raúl, aunque no fuera judía, estuviera en el grupo.

- Así es como nos iremos perdiendo- dijo Sonia

- No. Es la única manera de dejar de perder gente- dijo Manuel.

- Es mejor que seamos menos, pero evitar que los gentiles entren en la comunidad -agregó Lucía.

- En ese caso es mejor que se vayan los asimilados, para que dejen de comprometer nuestras costumbres -acotó Saúl que entraba en ese momento.

- Iremos desapareciendo. No tenemos un discurso nuevo para darle a la gente-aclaró José -No quiero ser un judío religioso, y no valoramos las otras maneras de ser judíos.

- ¿Otra manera de ser judío que no sea religiosa? No lo entiendo, comentó Rubén mientras entraban y se sentaban con Ester.

- No me importa que me entienda. Jamás se ocuparon de entender a otros. En verdad, para ustedes, los únicos judíos son ustedes. Ni a los conservadores los aceptan. ¿Quiénes se creen que son? ¿Dios les dio la verdad o ustedes se la apropiaron? No les creo nada- sostuvo José

¿Por qué te enojas tanto? no sabés cómo ser judío y por eso te enojas conmigo -respondió Rubén –deambulas perdido por el mundo, buscando un motivo espiritual para vivir.

- Aunque yo me convierta al judaísmo por mi amor a Raúl, usted no me aceptaría como judía, dijo Elena, la novia de Raúl

- No sos de nosotros ni serás nunca de nosotros -replicó Rubén.

- Cállese -dijo Raúl -Usted no puede decidir quiénes tienen que estar en la comunidad y quiénes no.

- El único judaísmo es la Torá. No voy a tolerar esa falta de respeto.

- No me gusta que me tolere. Si me tolera, me pone en posición de inferioridad. Prefiero que no me tolere, porque si los judíos empezamos a tolerarnos, no hacen falta los no judíos para tolerarnos –agregó Manuel.

- La Torá será su judaísmo, pero no es el mío. El mío es la cultura, la tradición, las raíces. Sé que no soporta que sea un judío sin Dios, pero lo soy. Nadie me lo puede impedir. Si usted no cree que yo sea judío, tampoco yo quiero sentir que pertenecemos al mismo pueblo. No están en mi pueblo judío los que no me reconocen como judío –dijo con tono fuerte el padre de Silvia.

- Bueno, basta de agresiones.

- ¿Por qué no podemos discutir? Me siento más ligado a los no judíos que piensan como yo –agrego José.

- José, te quejas de mí que soy religioso y ortodoxo, que para vos es una mala palabra, pero sin nosotros no sabrían quién son ustedes.

- Contestale vos Moshé que sos un rabino conservador, porque el judío ortodoxo no nos escucha.

- No voy a escuchar al rabino conservador, porque no puedo pensar que sea un rabino, pero sí a la persona que es Moshé y que por lo menos cree en Dios.

- No tenemos interés de convencer a nadie –comenzó Moshé -Nuestras puertas están abiertas para todos los judíos. Respetamos la ley judía, pero aceptamos la conversión ya que para nosotros es más importante incluir un judío que perder otro –empezó el rabino Moshé.
- ¿Entonces yo también podría ir a su sinagoga? – preguntó Elena.

- Si, por supuesto; si tu interés es ser judía por vos misma – cerró el rabino Moshé.

- No puedo saberlo. Estoy enamorada de Raúl, pero algo mío debe haber. Tuve un sueño: “Había cursado todos los estudios, aprobado el examen y recibía el título. Llegaba a la sinagoga del brazo de mi padre con un vestido blanco, al que le seguía una túnica que terminaba muy lejos. Pensaba que era muy largo el camino que me marcaba hacia adelante aunque la túnica estuviera hacia atrás. Era una mujer judía como Leonor y Gloria. Ellas eran dos amigas mías que desde la escuela primaria seguimos juntas, y que por supuesto estaban emocionadas mientras me acercaba al altar.

Cuando sentí la mano de Raúl y la mirada que me acariciaba del rabino, sentí a Dios en la unión de nuestras manos.

Durante la marcha nupcial caminaba con ustedes el camino que nos habíamos trazado. ¿Qué quiere decir mi sueño rabino Moshé?

-No sé qué quiere decir tu sueño - interrumpió Luis -pero para mi ser judío es sentirse parte de Israel aunque no vivamos allí. Estamos como en Israel: a cada grupo le interesa algo distinto. Para algunos lo importante es Dios. Para otros la familia. Para otros la historia. Para otros el poder. Para otros la expansión. Para otros la paz. Para otros la guerra. Para mí el judaísmo es aceptar la centralidad de Israel.

- Claro que es así, aunque no estoy de acuerdo que siendo Israel la centralidad del pueblo judío, no podamos hacer ninguna crítica cuando no estamos de acuerdo con la política del gobierno. Confundir el gobierno de turno con la importancia de defender un Estado judío nos molesta a todos. Hacer una crítica a Israel, es como si uno hablara mal de la madre, me refiero a lo sagrado.

- Lo único sagrado es la Torá- salpicó Rubén.

- No me interrumpa. Ustedes tienen el mismo discurso desde siempre, y no permiten que nadie los interrumpa ni que opine algo distinto.

- Los israelíes empiezan a rebelarse. No todos quieren ir a los territorios ocupados.

- Son nuestros territorios. Buscalo en la Torá. La Torá es Eretz Israel -acotó Rubén

-Ahora cambiaron las cosas. Israel es un país rico y nosotros estamos empobreciéndonos. La paz es por lo único que tenemos que luchar, no sólo para garantizar la seguridad de Israel sino también la nuestra. Hay algunos que opinan que el sionismo no terminó. Otros que sí. Otros que Israel es cada vez menos judía y yo creo que es muy bueno que sigamos discutiendo sobre estos temas.

-Nosotros tenemos que ocuparnos de los problemas con nuestras comunidades, que, por lo que transcurre hoy, es una manera de vincularnos también con Israel.- agrego la madre da Silvia -No aceptamos las diferencias y sólo hablamos de los ortodoxos, de los israelíes y también de los americanos. No hablamos de lo que nos dan, sino pareciera que hablamos de lo que nos quitan. Mentimos. Nos mentimos.

En nuestras casas ya no se vive ningún judaísmo, se lo entregamos a la comunidad que lo recibió encantada, para hacer hermosos edificios, al tiempo que sus dirigentes evitan poner al judío en contacto con su judaísmo. Niegan las diferencias. Preparan el confort que garantice a los socios que no les faltara nada, evitando ponerlo en contacto con su judaísmo, para servirle como clase social. Se generan inclusive competencias entre directivos y profesionales, entre los mismos directivos y entre los mismos profesionales, y dejamos afuera lo más rico que tenemos, que son nuestras diferencias.

Situación que deberá ser revertida para que pueda continuar un grupo que esta afectado por la situación económica, e impedir que sea la pobreza una causa de exclusión.

Cuando el judaísmo fue búsqueda, incertidumbre, marginalidad, texto, estudio, las diferencias sumaban y tendían a incluir. Hoy, el rechazo por las diferencias, resta y tiende a excluir.

-Perdonen por la demora. Me llamo Janan Nudel y tengo que comenzar la ponencia.

- Pero nosotros ya empezamos a hablar. No nos interrumpa.
- Es solo que tengo que hacerlo.

- Mientras nosotros hablemos, lo suyo no es necesario. Si lo necesitamos lo llamamos.

- Bueno, sigo yo –dijo José. -¿Y qué significa para judíos de un nivel económico alto, compartir la institución con gente pobre, para no sentirla como pobre gente?

Cuando alguien comprende el mundo y las cosas de una única manera, y está convencido que tiene que ser para todos igual, es una propuesta fundamentalista, con un límite absoluto: o sos como yo o no sos, por ejemplo como pensaba Hitler, o el fundamentalismo árabe o el israelí.
Cuando pensamos el mundo y las cosas de distintas maneras, somos pluralistas pero con un límite: mi pluralismo no incluye a aquellos que quieren eliminarnos.

No acepto ningún tipo de tolerancia. No somos inferiores a nadie. Tampoco superiores. Nuestro pueblo no se sostuvo porque fuimos superiores ni porque somos el pueblo elegido, sino porque fuimos encontrando sentidos nuevos a nuestra existencia.

Éramos al mismo tiempo judíos que vivimos de distintas formas y en distintos tiempos. Si nos negamos esa posibilidad, corremos el riesgo de desaparecer como pueblo.

Me sorprende cuando hablamos de la exclusión pensando en que excluimos a los no judíos, y de hecho, excluimos a los judíos que son distintos a nosotros. Ese es otro de nuestros mitos.

- José, terminala con tu discurso -dejanos decir algo. Vos sos pluralista pero hablas sólo vos
–dijo Sonia, y siguió: -Tenemos que tener las puertas abiertas pero sabiendo qué queremos ser y qué judaísmo estamos dispuestos a compartir. Dejar las puertas abiertas no significa ensanchar el marco para que cualquiera pueda entrar, eso no es pluralismo sino indiferencia.
Tener las puertas abiertas incluye a alguien que los reciba; que les cuente, que les pregunte sin tratar de corregirlo sino aceptarlo como es. El que ingresa a una institución viene a hablar, a veces a escuchar.

Se habla de los que no vienen y, cuando vienen, no hay quien los reciba. La diferencia se torna indiferencia.

Quisiera contarles un sueño que tuve hace unos días:
“Estaba vestida de blanco tirada en una cama cubierta con una colcha roja. Tenía una coronita en la cabeza. A mi izquierda un pintor me estaba haciendo un retrato. Los ojos del pintor se salieron y comenzaron a recorrer mi cuerpo. Yo quería agarrarlos y se me escapaban. Los huecos en su cara me produjeron terror. Me levanté y me acerqué al espejo. Cuando me miré tenía un hueco en el lugar del corazón. Despavorida me di vuelta y el pintor tenía mi corazón en su mano. Me lo estaba ofreciendo. Con desconfianza me fui acercando mientras él me decía:- Mientras te pintaba no encontré el corazón, y no podía seguir pintando porque cuando una persona no tiene corazón yo me quedo ciego. Toma tu corazón, así yo puedo verte. Lo tomé con la sensación de que había encontrado a Dios. Me desperté con mucha paz. No me habían enseñado la fe, eso tuve que aprenderlo por mi misma. Desde ese momento Dios fue para mí el que da el corazón. Para mí es bueno y yo aunque sigo queriendo ser la primera, sigo el camino que me señalo el sueño: el de dar el corazón”.Tenemos que estar juntos…

-Estoy de acuerdo de que estemos juntos –interrumpe David -pero no necesito del consenso y si necesito que ningún judío sea discriminado por ser distinto: blanco, negro, homosexual, heterosexual, capacitado, discapacitado, ortodoxo no fundamentalista o convertido, sea de la manera que elija vivir su judaísmo tenemos que reconocerlo, porque no hay ninguna ley que pueda más que el deseo de uno, que siempre esta sujeto a una ley, aunque no aparezca.
Si queremos que nos vean a distintos entre nosotros, continuo su esposa-tampoco veamos a los demás como iguales. “Nosotros” no significa “el mismo”, sino cada uno con su manera de vivir el mundo y las cosas.

- Tenemos en común que todos atravesamos condiciones de existencia determinadas- agregó Ángela -nuestra riqueza consiste en que cada uno resuelva a su manera las condiciones determinadas de existencia que atraviesa.

Aquellas que nos atraviesan como comunidad, es más probable que podamos resolverlas, si cada uno puede dar el corazón. ¿Y que es dar el corazón? Recordar que las deudas con el pasado se pagan en el futuro haciendo algo por otros.

Tener buen corazón es poder pensar qué es lo que el otro necesita, en lugar de pensar únicamente en lo que yo necesito, es no dar cuando el no necesita, aunque pida, y es también darle un presente al judaísmo, en sus tres significados: presente como presencia, presente como tiempo y presente como regalo.

Gracias.

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